En 1977, Adventist Risk Management, Inc. (ARM) publicó el primer número de Concern, predecesor de Soluciones, el actual boletín informativo electrónico. En el primer número de Concern, el artículo «La seguridad y sus consecuencias espirituales» presentó una mirada interesante de las consecuencias bíblicas que conlleva desempeñar nuestra vida y nuestras actividades desde el punto de vista de la seguridad. Ahora, 38 años más tarde, Soluciones pregunta a Arthur Blinci, asistente del presidente de gestión de riesgo estratégico de ARM, si estos principios han cambiado en la era cibernética del siglo xxi.
1977—La vida implica ética: explorar las distintas consecuencias de nuestras acciones cotidianas, relacionadas tanto con nosotros mismos como con otras personas. Prácticamente todas las facetas de nuestra experiencia de algún modo se conectan con las consideraciones éticas. Para el cristiano, la ética surge de un profundo sentido de afinidad con Dios. La imagen del hombre en las Escrituras es la del «mayordomo», una persona que sirve a Otro cuidando de Sus posesiones. Como mayordomos, nuestra responsabilidad con el Maestro descarta toda acción casual o irresponsable.
La seguridad es una cuestión ética. La primera vez que un hombre causó lesión y muerte a otro, la persona responsable protestó ante Dios: «¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?» (Génesis 4:9), tratando de restarle importancia a lo evidente. La Biblia dice que ningún hombre vive para sí (Romanos 14:7), y que todo acto dañino tiene como base una actitud errónea (ver Mateo 5:22, 1 Juan 3:15). La ética del amor, que impregna todo el mensaje del evangelio, hace que sea imposible para el cristiano comprometido asumir una actitud indiferente hacia la vida y seguridad de otros o, de hecho, de sí mismo.
Accidentes y la seguridad
Suele creerse que un accidente es una especie de acontecimiento inesperado, algo que simplemente «sucede». Sin embargo, las investigaciones contradicen ese punto de vista, e incluso cuestionan la palabra misma, «accidente». Lo que comúnmente se cree que es un «accidente» es, en realidad, una serie compleja de acontecimientos (por lo general prevenibles) que, como es previsible, conduce a una lesión o muerte.La seguridad, por otra parte, es el resultado de un estilo de vida cuidadosamente considerado, que refleja la comprensión de las consecuencias éticas y espirituales de las acciones precipitadas. La educación sobre medidas de protección, por ejemplo, suele ayudar a preservar los recursos humanos y materiales mediante la identificación de peligros diarios comunes y la elaboración de métodos para minimizar su peligro. Pero más allá de esto, sólo la renovación espiritual puede vencer las condiciones fundamentales, que nos predisponen a patrones de inseguridad.
La ira, la indiferencia, el egoísmo y el exhibicionismo son sólo algunos ejemplos de las actitudes que nos conducen a un comportamiento destructivo, actitudes que requieren una resolución espiritual.
Consecuencias Biblicas
Un cristiano debe pensar seriamente en las consecuencias de lo que Pablo nos recordó al decir que somos «el templo del Espíritu Santo», y que no somos nuestros, sino que somos «comprados por precio» (1 Corintios 6:19, 20). Cuando permitimos que las situaciones físicas inseguras persistan sin corregirse o que las relaciones permanezcan fragmentadas y volátiles, hemos descuidado nuestras responsabilidades espirituales, y los hechos destructivos que sobrevienen deben atribuirse directamente a nuestra indolencia.Todas las consecuencias del sexto mandamiento, «no matarás», entran en juego cuando una persona no ordena su vida adecuadamente y eso ocasiona su propia muerte «accidental» o la de otra persona; así, el pecador impenitente se ve privado de la posibilidad de ser alcanzado por el poder de convicción del Espíritu Santo o un cristiano no puede seguir sirviendo a Dios. En uno u otro caso, la muerte prematura es una tragedia con amplias consecuencias éticas y espirituales.
El proverbio que reza «Mas el que me oyere, habitará confiadamente» (Proverbios 1:33) llega al núcleo de toda la cuestión de seguridad. La respuesta espiritual a Dios no se limita a realizar actividades devocionales y donaciones ni a ser testigos. Significa escuchar las perspectivas que Dios lleva a todas las facetas de la vida y actuar en consecuencia. El cristiano verdaderamente fiel será un cristiano seguro; como mayordomo, pondrá su vida a disposición de su Maestro durante el mayor tiempo posible y en las mejores condiciones posibles. Aprovechará todas las oportunidad para preparar su ambiente para una vida segura, y hará que su primera prioridad sea el impacto transformador de una comunión espiritual vital.
Actualización del autor en el 2015
2015—A lo largo de los 80 años de historia de Adventist Risk Management, Inc. (ARM), siempre ha habido un fuerte énfasis en los principios eternos de mayordomía en cuanto a cómo administramos los bienes y las actividades confiados a nuestro cuidado. Leer este artículo en el primer número de Concern no fue sorprendente, ya que se refiere al tema fundamental de la gestión de riesgos que previene las pérdidas.En la actualidad, ARM aún mantiene un enfoque primordial en la seguridad y la prevención de pérdidas. En los últimos años hemos visto numerosos ciberataques y escándalos éticos que han tenido impacto en la comunidad de negocios global. De manera similar, nuestra iglesia puede ser víctima por estar expuesta a los mismos riesgos de pérdida. Por esta razón, el consejo de Salomón: «Mas en la multitud de consejeros hay seguridad», Proverbios 11:14 (RVR 1960) aún se aplica en la actualidad en todas las congregaciones. Mientras continuamos nuestro trabajo juntos, podemos compartir ideas y recursos sobre cómo preservar la seguridad de las iglesias y escuelas de la denominación. Este concepto de trabajo en equipo encarna el lema de Adventist Risk Management, Inc.– «¡Nuestro ministerio es proteger su ministerio!»
Este año, ARM celebra 20 años de su boletín informativo semanal, Soluciones, con la serie Solutions Classic. Una vez por mes publicaremos un artículo antiguo de los archivos de Soluciones para compartir la diferencia entre la gestión de riesgos de ese entonces y la de la actualidad.
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