Bullying continues to be a challenge to children and teenagers in schools and churches. In 2010, Steven Blackburn, former CFO at Adventist Risk Management prepared the article, “The Bully-Free Zone” to address the challenges educators face to maintain a bully-free environment. Solutions invited Blackburn to re-address this important topic based on his frontline experience as the CFO for the Greater Collegedale School System in Collegedale, Tennessee.
2010— En el 2009 Phoebe Prince, de 15 años, ingresó a la escuela después de que su familia se cambiara de su tierra natal, Irlanda, a una comunidad relativamente acomodada en South Hadley, Massachusetts. Al poco tiempo inició un romance con un estudiante de grados avanzados y Phoebe despertó el resentimiento de algunas compañeras de clase. Al paso de los meses, según se cuenta, le hicieron la vida miserable, la estorbaban en los pasillos, le enviaban mensajes amenazadores a su celular y le ponían apodos humillantes y vulgares.
Solo se necesitó un semestre para hacer sucumbir a esta inocente estudiante de primer grado. El jueves 14 de enero Phoebe fue perseguida por la biblioteca, la cafetería y los pasillos. Camino a casa, cuando recorría las pocas calles que distaba el departamento de su familia, uno de los acosadores de Phoebe le arrojó una lata de Red Bull por la ventana del carro.
Esa tarde la hermana menor de Phoebe la encontró en el cubo de la escalera, colgada con la bufanda que ella le había dado en navidad. ¿Algo inimaginable? No tanto.
Considera el caso de Alexis Pilkinton, de 17 años, de West Islip, Nueva York, que se suicidó el 21 de marzo luego de aguantar crueles mensajes en línea que de manera espantosa siguieron apareciendo incluso después de su muerte. O el de Jon Carmichael, de 13 años, originario de Texas, que se ahorcó en el granero de su familia el 28 de marzo por las burlas de sus compañeros de clase porque era muy pequeño… muy pequeño y con trece años.
La lista de casos sigue. Algunos datos estiman que una tercera parte de los estudiantes sufren algún tipo de abuso cada año. Añade otra tercera parte que comete esos abusos, sin mencionar a quienes son testigos, y comenzarás a vislumbrar la magnitud del problema que encaran los niños cada día.
Además, se ha vuelto uno de los problemas de seguridad que más rápido se expande. El abuso estudiantil no es un fenómeno nuevo. Más bien son las expectativas de la sociedad las que han cambiado mucho. El abuso ya no se acepta como parte normal de la infancia o como un ambiente que ayuda a “que los niños sean más duros”. Actualmente los padres y maestros batallan con la manera de reconocer y controlar esta peligrosa situación.
El abuso estudiantil tiene varias características. Primero, es un acto intencional, no un accidente. Segundo, casi siempre se repite; rara vez es único o al azar. Y por último, implica una diferencia de poder. El pleito entre dos niños con la misma fuerza no es abuso. El abuso es un pleito donde uno de los niños tiene ventaja o más poder que el otro.
Físico: golpear, patear, empujar, robar o dañar las pertenencias
Verbal: provocar, burlarse, poner apodos, humillar, intimidar
Social: chismear, esparcir rumores, alienar o excluir del grupo
Virtual: uso de internet, correo electrónico o mensajes de celular para amenazar, lastimar o avergonzar
Si bien los tres primeros casos de abuso se han dado desde el principio de los tiempos, el cuarto, el abuso virtual o electrónico, ha llevado este problema a su nivel más amenazante y más difícil de combatir.
Los menores, especialmente los estudiantes de la preparatoria, han abrazado el uso de internet y las redes sociales de manera masiva. Alrededor de 80 por ciento de los estudiantes que entran al jardín de niños ya están acostumbrados a usar la computadora y en cuarto grado 56 por ciento ya son duchos en navegar por internet. Para cuando llegan a la preparatoria un rotundo 97 por ciento usa la computadora para la escuela y para conectarse socialmente.
Hace cincuenta años el abuso solía ser personal, cara a cara y limitado al patio de la escuela u otros espacios públicos. El abuso virtual ha logrado que este problema añejo entre a la casa, esté activo 24 horas al días, todos los días, y en algunos casos con cierto anonimato. Un estudio reporta que 17 por ciento de los niños de entre 6 y 11 años afirmaron que alguien les había dicho algo amenazante o vergonzoso sobre ellos mediante correos electrónicos, mensajes de celular o en el chat. Cuando los estudiantes llegan a la adolescencia ese número se ha elevado a 36 por ciento. Y es irónico que alrededor de la mitad de los estudiantes no pudieron identificar al responsable.
Como administradores escolares es imperativo reconocer los signos de abuso en el salón de clases. No solo tenemos el imperativo moral de ofrecer un ambiente seguro que los cultive sino también tener en cuenta que el problema se ha vuelto sumamente caro. Las demandas han incrementado las acusaciones contra las escuelas por negligencia, protección deficiente y por tolerar un “ambiente escolar tan generalizadamente hostil”. Las cortes, que se enteran de historias espantosas de abuso físico y mental, algunas de las cuales tienen décadas de ocurridas, muchas veces comunican a las escuelas que mirar a otro lado para no ver el problema ya no es aceptable en absoluto.
Los responsables están enfrentando consecuencias como no ocurría hace pocos años. Cuarenta y un estados tienen algún tipo de ley en contra del abuso estudiantil, que toma esta antigua actividad como una conducta criminal. En el caso de Phoebe Prince que se presentó antes, seis estudiantes enfrentan acusaciones que van de secuestro hasta acoso y violaciones de garantías fundamentales. Tres más enfrentan acusaciones como menores de edad. Esto subraya la seriedad del asunto… ninguno de ellos jugará con el abuso de nuevo.
Los expertos concuerdan en que hay diversas señales de que un estudiante sufre abuso. Incluyen:
- Depresión, ansiedad o tristeza
- Agresión
- Baja autoestima
- Poca relación con sus compañeros
- Problemas académicos
- Consumo de drogas
- Pérdida frecuente de pertenencias personales
- Lesiones frecuentes o daño en la ropa o en las pertenencias
- Pasar el tiempo principalmente con estudiantes más jóvenes
- Evitar el receso o el patio de la escuela
- Ir a la escuela muy temprano o quedarse ahí hasta muy tarde
- Aumento de malestares (dolores de cabeza, de estómago, etc.)
Algunas sugerencias para fomentar un clima social sano en la escuela son:
- Crear un ambiente en el que la comunicación entre los docentes y los estudiantes sea la norma. Si los estudiantes se sienten a gusto al hablar con sus maestros sobre el aula y sus compañeros antes de darse el abuso, será más posible que pidan la intervención de un adulto después de iniciado.
- Invertir tiempo con los estudiantes en la cafetería y en el receso. Las investigaciones muestran que 67 por ciento del abuso ocurre cuando no hay un adulto presente. Si la escuela no tiene recursos para supervisar esos espacios, impulse un programa con voluntarios que complementen el personal.
- Ser un buen ejemplo de amabilidad en el salón de clases y dirigiendo la escuela. Los niños aprenden mucho del poder de las relaciones al observar a sus maestros y a los administradores. Toda vez que un maestro se dirige a otro de mala manera o abusando se enseña a los estudiantes que el abuso está bien.
- Enseñar temprano hábitos sanos contra el abuso. Instruya a los estudiantes tanto en lo que no debe hacerse (golpear, provocar, decir chismes) como en lo que sí debe practicarse (amabilidad, empatía, juego limpio). Enseñar a los estudiantes cuándo alejarse de una situación, decir “no” con firmeza y buscar la intervención de un adulto son habilidades que reducirán la victimización que siempre es parte del abuso. Recuerde que la repetición ayuda. Esto no debe ser cuestión de una vez sino una parte constante de la experiencia educativa.
- Establecer normas en contra del abuso. Los estudiantes deben entender que el abuso no es normal en el ambiente escolar y que no es normal abusar de otros, sufrir abuso o quedarse viendo cómo se abusa de otros niños. Las consecuencias deben ser apropiadas al caso y ser aplicadas de manera consistente.
- Establecer un servicio de denuncia anónima por internet o con mensajes de texto. Nadie sabe mejor qué pasa en la escuela que los propios estudiantes. Si se establece un puente que comience con comunicación anónima, los estudiantes tendrán fuerzas para resolver los problemas antes de que sobrevenga una catástrofe.
2015 Actualización del Autor
2015—Los actuales estudiantes de Estados Unidos se conectan a internet desde su más tierna infancia, al grado que alrededor de 90 por ciento de ellos lo hace de manera rutinaria. Casi 75 por ciento de quienes tienen entre 13 y 17 años de edad tienen cuentas de redes sociales, siendo que en el 2011 era 59 por ciento. Un estudio reciente encontró que 95 por ciento de los adolescentes que son usuarios de las redes sociales han sido testigos de conductas crueles en los sitios de dichas redes y han observado a otros ignorar ese mal comportamiento. Aunque la sociedad ha visto reducirse los crímenes violentos, las estadísticas de abuso siguen al alza.Con tanto que se ha hablado de abuso estudiantil, hay indicios de que los propios estudiantes hablan del asunto. Entre los adolescentes que dijeron haber visto que otros pasaban por alto el abuso en línea, más de 80 por ciento declaró que defendieron a quien era atacado, aunque no tan frecuentemente como debieron haberlo hecho. La atención que se manifiesta en el corazón de un grupo en riesgo despierta la esperanza en el futuro y la seguridad de nuestros hijos.
Entonces, ¿qué sigue después de esto? Antes que nada, recuerda que esto es muy serio. No son solo travesuras del recreo con la etiqueta “lo que no me mata me hace más fuerte”. Esos muchachos no se librarán con más fortaleza de las garras del abuso. Muchos acaban aplastados, para siempre atemorizados y, como en los ejemplos más graves, quitándose la vida para evitar un dolor que se ha salido de control.
En segundo lugar, no permitas que se tolere sin importar dónde lo veas. Entre tus propios hijos, el salón de clase, el club de conquistadores o en la escuela sabática. Mantente vigilante y atiende el problema decididamente. Vivimos en una sociedad que enaltece el mal gusto, lo feo y lo sensacional. No necesariamente podemos controlar lo que nos echa la sociedad encima pero podemos comenzar en nuestra esfera de influencia y con nosotros mismos hoy mismo.
¿Estamos criando una generación que defiende a los indefensos? ¿se pondrán de parte de los desamparados y serán amistosos con quienes carecen de amigos?
